viernes, 20 de marzo de 2009


En publicaciones anteriores se han dado cuenta del interés que tengo por la educación, y sobre todo que los invito a ser participes de ella, pero sin duda creo que es mejor predicar con el ejemplo y una manera de hacerlo es presentarles una pequeña interpretación que hice respecto al libro Aura, de Carlos Fuentes. Con ello los exhorto a que se interesen más por la lectura, ya que un libro es la puerta al mundo.

“AURA”
CARLOS FUENTES

Siempre he escuchado: recordar es volver a vivir, pero realmente ¿Qué es recordar?, ¿Qué son los recuerdos? O mejor aun ¿Qué es vivir? Son interrogantes que surgieron en mí, a partir de la lectura y fueron éstas mismas las que dieron pie a poner en tela de juicio la importancia del tiempo en nuestras vidas, pero no particularmente la importancia en sí, sino la intensión de los humanos de medirlo, de determinarlo, de limitarlo hasta el punto de agotarlo, y es que sinceramente estoy haciendo consciencia del porque de la medición del tiempo.

Para ejemplificar claramente mi percepción pondré la siguiente muestra: el día de la muerte de mi abuelo en su lapida decía un titulo “cuando hay amor” (que hace referencia a un himno de la iglesia mormona) entre otras palabritas pero al final concluye con: murió tras cumplir 70 años de edad, y me pregunto ¿acaso la cantidad de años designa la calidad o la intensidad con la que éstos fueron vividos? Yo pienso que no, determinar o limitar el tiempo solo produce una ansiedad inexplicable, porque sabes que se acabara. Por lo que se genera un circulo inquebrantable, porque todo cronometramos; la hora de la parada del autobús, la duración de una clase, el tiempo que destinamos para el ejercicio físico, entre muchas otras cosas, así que, me cuestiono una vez más ¿en verdad disfrutamos todas y cada una de las cosas que hacemos a lo largo de nuestra vida? Exijamos menos cantidad de tiempo con nuestros seres amados, menos a las horas de convivió con los amigos, menos a todo aquello que nos encanta hacer, no pidamos cantidad. Demandemos calidad, y sin duda nuestra apreciación hacia todas aquellas cosas maravillosas que vemos parte de la vida que nos gustaría que fuera cotidiana, se tornara magnifica.

Habido ocasiones en las que, me he perdido en un espejo o simplemente me he perdido en mi misma esto me ha sucedido un par de veces justo después de preguntarme ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? Y en verdad siento que de mi cuerpo comienza a desprenderse algo más que mi alma, una especie de pensamiento volátil que me aterra cuando se encuentra ante esa situación, porque no está bajo mi control hacer que mi pensamiento vuelva a mí, y mucho menos que vuelva a su estado natural. Creo que cuando esto sucede, no solo busco esclarecer esas interrogantes, sino que también reencontrarme conmigo misma, para posteriormente poder reencontrarme con total plenitud con mi entorno, con todo aquello que me rodea y que me hace feliz, pero sobre todo hacer este proceso de “reencuentro” para poder estar en ese estado en el que ser humano puede entregarse por completo a las personas que ama y que de la misma manera lo aman a él. Sin duda reencontrarnos con nosotros mismos nos libera, pero no es la única opción hacerlo de forma personal sino que también existe la posibilidad de que podamos encontrar en alguna persona el reflejo de nosotros mismos, a través de una mirada, de una charla, de una fotografía, de una actitud, lo que a veces lo interpretan o lo traducen como el alma gemela.

Por: Oralia Estrada Rodeles.

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